Las organizaciones son sistemas dinámicos y complejos en la cual existen dirigentes y seguidores. Hay quienes están en el escalafón superior en la estructura de mando y otros quienes encontrándose en niveles inferiores debe seguir instrucciones. Ello implica que unos tienen más poder que otros. El poder es la capacidad que dispone un individuo para que otro u otros hagan lo que él desea (Gibson et al., 2011; Robbins y Judge, 2009). Por su parte, para Contreras y Castro (2013), este fenómeno organizacional está determinado por un conjunto de condiciones que producen un proceso de transacciones entre diversos intereses y expectativas, que se concatenan con el ejercicio de influencia de quien posee el poder, quien por ello se impone por encima de los deseos particulares. Es un fenómeno que plantea el carácter relacional de los intercambios, en el cual uno actúa sobre el otro con el propósito de influir en el comportamiento del subordinado. Entonces, el poder denota la posibilidad de ejercer dominio en otro, lo cual puede ser un factor de cohesiones o dominación dentro de la organización de acuerdo como se maneje el mismo (Contreras y Castro, 2013).
Siendo así, quien tiene el poder
es capaz de influir en el comportamiento de uno o varios individuos para que
estos tomen las acciones que se les indica. En esa relación existe una
dependencia hacia el poderoso. Además, debe ocurrir que quien ejecuta la acción
reconoce en quien ordena esa potestad, debido a que de no ser así le sería
indiferente ese mandato. Por ejemplo, el sujeto “A” gira instrucciones para
ejecutar determinada tarea a un sujeto “B”, este último obedecerá sí reconoce
el mando formal que posee el primero. Es decir, que posea un rango superior
dentro de la organización o que algún instrumento formal de la misma así lo
indique. En caso contrario, en condiciones normales, obviará las instrucciones.
En resumen, el poder implica la capacidad del control sobre el individuo y
posibilidad de influenciarlo en función a las necesidades de quien controla
(Contreras y Castro, 2013).
Por supuesto, pudiera existir
algunos tipos de poder que su génesis emanen de fuentes informales, tales como
la fuerza física, la posibilidad de influencia económica, el miedo, los
sentimientos y otros tantos factores. Por ejemplo, el poder que ejerce un padre
con respecto a su hijo puede provenir de afectos familiares, o de dependencia
filial. El poder del jefe de una banda criminal en torno a su grupo o el
colectivo es posible que se origine en el pánico a las consecuencias de no
obedecerle. La potestad que tiene un líder religioso sobre su feligresía quizás
se explique por el temor de estos de perder el paraíso celestial o ser víctima
del castigo divino. En fin, el poder surge de diversos orígenes. Sin embargo,
desde la perspectiva organizacional es de interés la capacidad que proviene de
un origen formal o estatutario.
Siguiendo a Gibson et al. (2011),
existe una distinción entre poder y autoridad. Refieren estos autores que el
sociólogo alemán Max Weber fue el primero de señalar esta diferencia
conceptual. Según el referido pensador el primer concepto involucra la fuerza y
la coerción en su ejercicio. Por su parte, la autoridad es un subconjunto del
poder con menor alcance y no necesariamente implica la fuerza, sino más bien
una carencia de juicio de quienes la reciben. Comenta Gibson et al. (2011) que
la autoridad es el poder formal que ostenta un individuo en virtud de la
posición que ocupa en la organización. El poder acompaña a la autoridad para
que esta tenga sentido y sustento. La función de gerente le permite a este
ejercer una autoridad formal, emanada de un acto legal, que lo faculta a dictar
órdenes y directrices que los subordinados deben acatar en función al poder que
sustenta el cargo. En caso de desobediencia el poder que posee el puesto le
posibilita al superior sancionar al insubordinado. Ocurre una materialización
de la capacidad coercitiva y de fuerza que otorga su puesto en la entidad.
La autoridad posee al menos tres
características (Gibson et al., 2011). En principio, se confiere a la posición
que sustenta el individuo en la organización. Ello implica que el poder que
otorga la autoridad emana del cargo y del nivel que tiene en la estructura
organizacional y no de aspectos personales del titular. Asimismo, los
subordinados aceptan estar bajo la influencia de la autoridad que les gobierna.
Por tal situación ellos se encuentran obligados a obedecer, en virtud del
legítimo derecho que respalda a quien ejerce la autoridad. Por último, la
autoridad fluye desde la capa superior y se practica verticalmente de manera
descendente en la jerarquía que conforma el organigrama empresarial.
Por otro lado, Robbins y Judge (2009)
indican que un individuo solo tiene la posibilidad de ejercer el poder con
respecto a otros si controla algo que estos últimos desean o necesitan. Si para
mantener su posición en la empresa el subordinado requiere del apoyo de su
jefe, este último posee un poder real sobre su subalterno. Es por esta
situación que muchos que pretenden contar con poder o mantenerlo crean
situaciones de dependencia hacia ellos. El depender de otro, cualquiera que sea
el motivo, genera poder de uno con respecto al dependiente. Uno tiene la
capacidad de ofrecer algo que otro necesita. En el caso de algunos gobiernos,
por ejemplo, condicionan la estabilidad económica de sus ciudadanos a los
beneficios que pueden ofrecerle por medio de subsidios y ayudas. Mientras más
dependientes sean a los mismos, mayor poder tendrán esos gobiernos. En esta circunstancia
lo que pretende quien ostenta el poder es que las alternativas que posea el
subordinado sean cada vez más limitadas. A mayor limitación, superior será su
ejercicio de dominio. El grado de dependencia determina a su vez el nivel de
poder que se ejerce en el individuo o grupo social.
Con respecto al liderazgo
organizacional, quienes ejercer la dirección de los equipos de trabajo o de la
organización en general utilizan el poder como mecanismo para lograr sus metas empresariales.
Los líderes cumplen su misión por medio de la gestión del poder que sustentan (Robbins
y Judge, 2009). Esto implica que todo líder usa poder; sin embargo, su origen
se asocia más a sus rasgos personales que el propio cargo que ocupan. Los
subalternos lo siguen, más por lo que representa o por quien es, que por su
posición en la estructura formal. Su autoridad genera más motivación que miedo.
Siguen al líder por convicción, no por temor a que pueden ser sancionados por
dejar de hacerlo. Por el contrario, los jefes se afianzan en la autoridad y
poder que ofrece el cargo, el líder basa su poder en la persuasión.
La compatibilidad de objetivos
marca la diferencia el poder y el liderazgo (Robbins y Judge, 2009). El poder
formal requiere dependencia, aunque exista contradicción de los objetivos
organizacionales con los que poseen sus miembros. Por su parte, el liderazgo
necesita cierta congruencia entre sus metas y las de sus seguidores.
Adicionalmente, el liderazgo centra su influencia hacia abajo sobre sus adeptos,
mientras que le resulta menos relevantes la repercusión que puede ejercer hacia
arriba o de modo lateral (Robbins y Judge, 2009).
Modalidades de poder utilizadas en la organización y las
respuestas de sus seguidores
El poder que ejercen los
dirigentes puede ser de diversos tipos, unos que se asocian a la estructura y
otros a su propia personalidad. Los primeros, se le conoce como poder formal,
debido a que es inherente al cargo o posición que ocupa en la organización, son
(Robbins y Judge, 2009; Gibson et al., 2011):
Coercitivo. Es el
poder que surge del temor a la persona que los sustenta. Este estilo se fundamenta
en la desconfianza en los individuos, en sus capacidades, actitudes y comportamiento
(Contreras y Castro, 2013). Todo lo cual justifica la gestión del talento
humano de modo rígido, reglamentado, bajo estricto control e inflexibilidad. En
tal sentido, el subalterno tiene aprensión a que sus resultados sean negativo
según la perspectiva de su superior, debido a la potestad que este posee para
sancionar o castigar por ello. En casos extremos, los castigos pueden ser
físicos con el propósito de infringir dolor, causar frustración por medio de la
restricción de movimientos, o la aplicación de controles que originen
inseguridad o malestar fisiológico (Robbins y Judge, 2009). La amenaza y la
posibilidad real de despido de un puesto de trabajo, suspensión de beneficios
laborales, desmejoras en el cargo, son ejemplos el poder en deferencia dentro
de las organizaciones.
De
recompensa. En este caso la capacidad de influencia se sustenta en la posibilidad
de otorgar recompensa a quienes cumplen el cometido que se les entrega. El
individuo hace lo que se le ordena debido a que tras de ello existe un
beneficio. Entonces, quien decide con respecto a ese tema goza del poder ante
sus subalternos. Los tipos de compensación son variados, desde las financieras
hasta las de reconocimiento, ascensos y otros. Esta fuente de poder se puede
complementar con el coercitivo y en muchas ocasiones se presentan junta. Si
cumples te premio, pero si fallas te castigo (poder coercitivo).
Legitimo. Este se
fundamenta en la legalidad que ofrece un nombramiento formal a un determinado
cargo o posición dentro de la estructura organizacional. La ubicación del sujeto
dentro del organigrama señala su autoridad ante el grupo. Con ella puede
utilizar y controlar los recursos que se asocian con su puesto y al mismo
tiempo tiene la capacidad para aplicar poder coercitivo o de recompensa, en
función a los límites que le impone la propia estructura. Como todo poder, este
se acompaña con la facultad de premiar, sancionar y castigar. Además, por ser
un poder formal quienes integren la organización deben aceptarlo.
Por otro lado, la otra modalidad
de poder se asienta en las características del individuo. Ello implica que no
necesariamente la capacidad de influir y hacer que otros obedezcan surge de una
acción formal de la organización. Así se tienen las siguientes modalidades (Robbins
y Judge, 2009; Gibson et al., 2011):
Poder
experto. Esta surge de la experiencia y el conocimiento que genera la misma y
que se adquiere por otros medios. El conocimiento es una poderosa fuente de
influencia en la actualidad (Robbins y Judge, 2009), en virtud de la relevancia
que el mismo tiene en la economía moderna. Debido a que los trabajos son cada
vez más complejos, se requiere de expertos y de individuos que cuenten con el
saber necesario para orientar al equipo. Esos portadores de experticia ejercen
un importante poder en la empresa.
Poder
referente. Esta se sustenta en la consideración que se tiene por un individuo por
sus características personales. El gozar de la admiración, simpatía, respeto y
consideración es una fuente de poder que se ejerce cuando los subalternos u
otros individuos desean agradar al sujeto que le sirve como referente.
En resumen, el poder es la
capacidad de influir en otros con el propósito de que estos ejecuten las
acciones que desea quien lo sustenta. Las fuentes pueden ser diversas, así como
los estilos para su ejercicio. En las organizaciones el uso de este elemento es
esencial para movilizar la estructura hacia el logro de sus objetivos. Es
entonces, una energía o una fuerza impulsora imprescindible. Es tanto una
condición como una característica inherente a la organización como empresa o
grupo social. En consecuencia, es imposible la existencia de equipos sin el
ejercicio del poder. Alguien debe ostentarlo y utilizarlo para que exista
viabilidad del grupo. El poder crea cohesión y sentido, además de orden y
estabilidad cuando es aceptado y tratado de forma adecuada.
Referencias
Contreras Torres, F. y Castro Ríos, G. (2013). Liderazgo, poder y
movilización organizacional, Estudios
Gerenciales, (29), 126, pp 72-76, ISSN 0123-5923, https://doi.org/10.1016/S0123-5923(13)70021-4. Disponible:
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0123592313700214
Gibson, J., Ivancevich, J., Donnelly, J. y
Kompaske, R. (2011). Organización, comportamiento, estructura y proceso. 13va ed. México: McGraw Hiil/Interamericana Editores, S.A. de C.V.
Robbins, S. y Judge, A. (2009). Comportamiento organizacional. 13va ed. México: Pearson Edición.
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