Lo que pasa fuera de la organización importa mucho, por ser relevante y vital. Al igual lo que sucede dentro de ella. Vista como un sistema abierto la misma depende de su interrelación con su entorno para prosperar y desarrollarse. De acuerdo con las condiciones de su ambiente será el grado de estabilidad de la institución. Si la entidad se mueve en un contexto estable, es probable que pueda llevar a cabo una gestión con cierto sosiego, previsible en sus actuaciones y resultados. Ahora bien, si por el contrario convive en un escenario turbulento, lleno de incertidumbre, que es la condición que prevalece en la actualidad, es seguro que deba gerencia con crisis frecuentes y responder a cambios constante que le exige el mercado como requisito para sobrevivir. Siendo las empresas sistemas abiertos dependen del intercambio de información y productos que pueden realizar con su contexto ambiental. Ello implica un efecto de influencias mutuas. Cada uno ejerce de modo bidireccional acciones que las benefician o perjudican. De allí la relevancia de su comprensión para el correcto manejo estratégico de los eventos que ocurren a las afuera de la corporación. Según Hellriegel at al. (2009), la situación externa obliga el ente a tramitar situaciones cambiante que transmutan los escenario previstos. Ellos ponen como ejemplo el desarrollo de internet que empujó a la mayor parte de las industrias a replantear sus modelos de negocios, lo cual implicó una conversión radical en la manera en cómo funcionan.
Las
organizaciones en la actualidad enfrentan un contexto dinámico y cambiante que
les obliga a adaptarse de manera incesante (Perozo, s/f; Robbins y Judge,
2009). Todo lo que sucede en el medio empresarial en los diversos campos de
acción muestra la capacidad de influir en los resultados de las empresas. Es
más, tanto es la magnitud de ello que la incapacidad de gestionar esa realidad
pone en riesgo la estabilidad y supervivencia de las instituciones. Los hechos
económicos, financieros, políticos, sociales y otros tantos, pueden impactar en
la gestión que ejecutan los directivos organizacionales. Esta situación
requiere de atención, diagnóstico, análisis y evaluación continua para
determinar la actuación adecuada ante las distintas circunstancias.
Como
menciona Alfonzo y Ventocilla (2001), los cambios que se observan en el entorno
se traducen en mayores niveles de incertidumbre. La misma es producto de la
diferencia que existe entre la información necesaria para actuar y la que
realmente se encuentra disponible al momento de la acción (Alfonzo y
Ventocilla, 2001). Esa situación se traduce en el incremento de los riesgos
organizacionales que atenta contra la solidez de las empresas. Las
transformaciones que ocurren en medio ambiente empresarial pueden en una
determinada circunstancia originar pérdida de la viabilidad del sistema que se
utiliza para atender las necesidades del mercado. Es por ello, que se debe
estar atento a esos movimientos en todo momento. Nunca es demasiada la atención
que se le preste al contexto externo. Se debe recordar que afuera existen
oportunidades, pero también amenazas. Las primeras deben aprovecharse y la
segunda gestionarse de forma inteligente, con una visión estratégica.
Todo
cambia. Esa es una idea que es obvia para cualquiera. El cambio es una certeza que
acompaña a los seres vivos a lo largo de su existencia. Se nace, crece, madura
y muere. Ello es suficiente prueba de lo continuo de los cambios. Es una verdad
propia no solo para los individuos, sino que aplica también a las
organizaciones como creaciones sociales. Sin embargo, tratar de comprender este
fenómeno de transformación es intentar de entender un conjunto de fenómenos,
movimientos, hechos y procesos continuos de una complejidad tal que resulta una
tarea abrumadora. Es una realidad perenne que interviene en la vida de todos,
incluyendo a las instituciones. Siempre ha estado allí, aunque que en el pasado
su significancia era menos perceptible. En un ambiente estable, poco complejo,
de algún modo monótono, previsible y de escaso desarrollo, las transformaciones
que se evidenciaban eran en periodos relativamente largos. Pero eso cambió con
el advenimiento de la tecnología y el desarrollo de una sociedad de mayor
complejidad en su estructura y comportamiento. En la actualidad las
transiciones son cada vez más aceleradas y en plazos muchos más cortos.
Según
Collerette (2001), el cambio “es toda modificación de un estado a otro, que es
observada en el entorno y posee un carácter relativamente perdurable” (p. 30).
Entonces, resulta que es un recorrido de una realidad actual a otra diferente.
Por su parte, Hodge, Anthony y Gales (2003), indican que un cambio es una
alteración estructural del contexto que ocurre de modo constante. El solo hecho
que transcurra el tiempo ya ello lleva implícito un proceso de renovación
relativa. Cada momento siempre es distinto, o como diría Heráclito: nadie puede
bañarse dos veces en un mismo río. No obstante, de ser esto una realidad para
los fines prácticos de la organización únicamente es de interés aquellos movimientos
transformadores que son significativos por su relevancia o impacto. Siendo así,
cuando se expresa el concepto de cambio organizacional se refiere a aquellas alteraciones
que se puede constatar en la cultura o estructura del sistema de la institución
que tiene una incidencia en la vida de la misma de forma permanente
(Collerette, 2001). En ello coinciden Hellriegel at al. (2009), quienes
manifiestan que toda transformación es aquel que se evidencia en el diseño o
funcionamiento de la corporación. Esta circunstancia implica que las
modificaciones que afecten a la empresa deben convertir la percepción o visión
de sus integrantes en cuanto a la situación que viven en ella.
El medio
ambiente organizacional experimenta frecuentes cambio. Esta característica
dificulta la gestión de cualquier organización. Se debe administrar desde la
perspectiva de las exigencias de un entorno volátil que ofrece pocas
posibilidades de estabilidad en cuanto a los planes y objetivos que se trazan
para atender los requerimientos del mercado. Los gerentes deben manejar
escenarios cada vez más complejos. Surge en consecuencia un dilema: cómo lograr
cierta seguridad en la empresa, pero permitiendo que la misma posea la
capacidad de adaptarse de manera creativa a las fuerzas externas (Beckhard y Harris,
1988). Ello es una condición fundamental para la supervivencia y el desarrollo.
Es difícil, si bien es una tarea imprescindible, especialmente en un mundo con
mayor competencia, con límites difusos, continuos avances tecnológicos, crisis
recurrentes y clientes con expectativas de servicios superiores que en el
pasado. Como mencionan los autores ante señalados: “ni siquiera el futuro es lo
que solía ser”. Se quiera o no, esta realidad hace que lo único seguro es el
cambio.
El cambio
como fenómeno ineludible para la organización es un hecho natural, continuo y
progresivo. Es tal su relevancia que si se gestiona de modo adecuado puede
apoyar a la sobrevivencia y el crecimiento de la misma. Ello es plausible
siempre y cuando exista la capacidad de adaptarse a un contexto ambiental complejo
y en muchas ocasiones turbulento e impredecible. Debe entenderse que el entorno
se encuentra en persistente variación por lo cual modifica sus características,
circunstancias y estructura que obliga a la empresa a buscar los ajustes
necesarios para mantenerse acorde a sus nuevas condiciones. El ambiente en un
factor de influencia que mueve los cimientos de la institución con regularidad.
En tal sentido, es esencial aprender con el soporte en las experiencias que
haga posible el éxito en cualquier proceso de transformación organizacional. El
aprendizaje es un objetivo relevante que facilita entender la presión
ambiental, debido a que ofrece las herramientas que se requieren para atender
los cambios que se necesitan.
La
empresa se encuentra sujeta a fuerzas externas de cambio (Stewart, 1992). Ellas
son lo que Stewart (1992) denomina ambiente operativo, que representa los
elementos externos a la organización que influyen y condicionan su estabilidad
y crecimiento. Dichos factores se deben reconocer de manera constante. Variables
sociales, políticas, económicas, tecnológicas, poblacionales, culturales,
ecológicas, entre otras, presentan una gran relevancia en el diseño de las
estrategias de la institución y de su manejo racional. De forma adicional, para
Hellriegel at al. (2009), los principales impulsores de transformación que
provienen del ámbito exterior son fundamentalmente los clientes con sus
exigencias de atención, la tecnología, los competidores y los trabajadores. A
ello se le debe sumar la globalización, los avances tecnológicos y la presión
que puede ejercer los grupos de interés, tales como los accionistas, entes
reguladores, sindicatos, y demás (Hellriegel at al., 2009). Identificar y
comprender que ocurre o cambia fuera de la frontera empresarial es clave para
el manejo del negocio. Ello es el primer paso para responder de modo apropiado
ante los ajustes o transformaciones que se suscitan en el entorno. Solo así
será factible la supervivencia y el desarrollo sostenido. El carecer de esas
habilidades puede ser catastrófico a tal punto que ponga en riesgo la
existencia de la compañía en el mercado. De ello existen muchos ejemplos. O
tienes la capacidad de cambiar y adaptarte o mueres en el intento.
Según
Robbins y Judge (2009) existe al menos seis impulsores externos que inducen los
cambios en las organizaciones. Ellas son: la naturaleza cambiante de la fuerza
de trabajo. En la actualidad los colaboradores provienes de escenarios
multiculturales, algunos son inmigrantes o repatriados, y en muchos casos
prestan sus servicios como subcontratados. El siguiente elemento a considerar
es la tecnología que modifica el diseño de los puestos y de la propia
organización a una velocidad que resulta difícil de manejar. Esta realidad es
una oportunidad y también una amenaza de obsolescencia. De igual forma, los
factores económicos (Perozo, s/f) impulsan cambios fundamentales. La situación
del mercado y su economía genera eventos que afectan la prosperidad financiera
y económica de las empresas, lo cual puede hacerlas inviables, en el mediano o
largo plazo. Le sigue la competencia, que es un causante de transformaciones
fundamental. Ella muestra continua alteración en sus características esenciales
tal como lo indican Robbins y Judge (2009) que plantea continuos retos. Por su
parte, la globalización implica enfrentarse a otros en el medio local o en
otros países. Un aumento de la rivalidad comercial exige una capacidad superior
de adaptación a los requerimientos de los clientes, de producir con mayor
rapidez nuevos y mejores bienes y servicios, de un modo más eficaz. Todo ello
se debe traducir en el incremento de la flexibilidad organizacional.
Otro
factor impulsor de cambio lo representan las tendencias sociales que son
dinámicas, en continuo movimiento. En la actualidad existen orientaciones que
se asocian a las nuevas tecnologías de la información, como el internet, por
ejemplo, que permite la conmutación de datos, conocimientos, noticias y hasta
entrenamiento que moldea el comportamiento del colectivo. Hoy existe el
mercadeo directo por redes en la cual si un servicio o un producto son
insatisfactorios para los usuarios ello se hace del conocimiento público y
perjudica la credibilidad de la empresa. Con mayor frecuencia los negocios se
realizan por medio de canales virtuales y disminuye la propensión de ir a
lugares físicos de intercambio. Es común efectuar compra en línea y pagar por
esa misma vía. Esta característica obliga a las organizaciones a adaptarse y
generar nuevos modelos de gestión y operaciones.
Asimismo,
siguiendo a Robbins y Judge (2009), se tiene la política mundial. Se visualiza
el cambio organizacional en un entorno global, ello en función de las
transformaciones que han ocurrido en el contexto de política mundial (Perozo,
s/f). Circunstancias potenciadas por el proceso de globalización que involucra
a todas las organizaciones y que motivan a realizar transformaciones
significativas.
Además de
las fuerzas externas, también se encuentra impulsores internos de la
organización que son desencadenantes de cambios. Dichos factores generalmente
se asocian a dos tipos de debilidades: de conductas y procesos de gestión
(Gibson et al., 2011). Los primeros, se constatan al observar el comportamiento
de los miembros de la institución que afectan su eficiencia, eficacia y
productividad. Baja moral, alta rotación, ausentismo laboral, son síntomas de dificultades
al interior de la empresa que se deben atender con cuidado. Es esencial tener
presente el potencial descontento del personal, sus quejas y sugerencias y todo
aquello que desnude las deficiencias que se tienen que tratar con especial interés.
Toda esta situación puede desencadenar en conflictos funcionales en un principio
que podrían tender a convertirse en disfuncionales si se le presta poco
compromiso. Dicha realidad por lo general desemboca en actos que generan
transformaciones organizacionales crecientes. Los segundos motivadores son lo
que se relacionan con fallas en la toma de decisión, deficiencia en las
comunicaciones y defecto en las operaciones. En tal sentido, pueden existir
decisiones que se efectúan a destiempo, no se toman o se realicen de modo
inadecuado y con reducida calidad. Asimismo, puede ocurrir anomalía en la
elaboración de los productos o prestación del servicio, que no se entreguen a
tiempo o se dejen de cumplir con las normas señaladas por la empresa. En fin,
es posible que existan vicios operativos que obliga a llevar a cabo medidas que
subsanen los problemas intrínsecos, por lo que debe implantarse actuaciones de
trasformación muchas veces radicales que propenda a superar los eventos
adversos.
La
organización ante la realidad que la obliga a gestionar de forma permanente las
transformaciones que le exige el entorno debe buscar atender el dilema que
encierra dicho proceso, que no es otro que equilibrar el cambio irremediable y
la estabilidad necesaria (Beckhard y Harris, 1988). Según los autores en
referencia esta búsqueda de equilibrio operativo se traducen en varios retos
fundamentales. El primero, la adaptación en el diseño de las organizaciones
como consecuencia del aumento de la competencia y la tecnología, mercado más
dinámicos y complejos, clientes con mayor capacidad económica, menos leales y
propenso a probar nuevas posibilidades de servicios. Segundo, elaboración de
novedosas estrategias que implican modificación de su visión y su propia razón
de ser. Tercero, alteración en el modo de realizar negocios en respuesta al
incremento de la presión que ejerce el medio ambiente, que precisa de
modificaciones sustanciales en la estructura, gerencia y estilos de liderazgo.
Cuarto, transformaciones en la cultura organizacional producto del cúmulo de
cambios a los que se somete la corporación, dentro de la cuales se encuentran
las fusiones, absorciones, reestructuración, reingenierías de procesos, entre
otros, que trastoca las creencias, valores, principios, normas, reglas,
costumbre y todo aquello que describe la cultura institucional.
Referencias bibliográficas
Alfonzo, R. y Ventocilla, E. (2001). La Gerencia del Cambio Cultural. Instituto Latinoamericano de Organización y
Sistemas, ILOS, pp 1-9. Disponible en:
http://dkvgroup.com/wp-content/uploads/2020/01/gerencia_del_cambio_cultural.pdf
Beckhard, R. y Harris, R. (1988). Transiciones organizacionales.
Administración del cambio. 2da ed. México: Addison
Wesley Iberoamericana.
Collerette, P. (2001). La
planificación del cambio. Estrategias de adaptación para las organizaciones.
México: Editorial Trillas, S.A. de C.V.
Gibson, J., Ivancevich, J., Donnelly, J. y
Kompaske, R. (2011). Organización, comportamiento, estructura y proceso. 13va ed. México: McGraw Hiil/Interamericana Editores, S.A. de C.V.
Hellriegel, D., Jackson, S. y Slocum, J. (2009). Administración. Un enfoque basado en competencias. 11va ed. México:
Cengage Learning Editores, S.A. de C.V.
Hodge, B. J., Anthony, W. y Gales, L. (2003). Teoría de la organización. Un enfoque estratégico. 6ta Ed.
Madrid: Pearson Educación, S.A.
Perozo de Jiménez, G. (s/f). Cambio y
desarrollo organizacional. Universidad Nacional Abierta. Material
instruccional.
Robbins, S. y Judge, A. (2009). Comportamiento organizacional. 13va ed. México: Pearson Edición.
Sterwart, J. (1992). Gerencia para el
cambio. Planeación, entrenamiento y desarrollo. Santafé de Bogotá.
Colombia: Legis Editores, S.A.
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