La administración de recursos humano consta de varias funciones. Dentro de ella se encuentran la capacitación y desarrollo, que es el esfuerzo deliberado para impulsar un proceso de aprendizaje que posibilite el aumento de los conocimientos y destreza de los miembros que forman parte de una organización (Böhrt, 2000). La formación es una actividad clave para cualquier corporación. Por su medio es posible que logren alcanzar ventajas competitivas sostenibles que le permita enfrentar las exigencias de un entorno en constante cambio (Aragón- Sánchez y Esteban- Lloret, 2009 y 2010). Al formar a sus colaboradores las empresas pretende conseguir beneficios en cuanto a la mejora de la productividad, incremento de la calidad del trabajo que realizan sus empleados, mantener actualizado al personal y de alguna manera motivarlos para que continúen siendo integrantes de la institución.
Para Mondy y Neo (2005), la capacitación y el desarrollo del personal es una función esencial en la administración de los recursos humanos de la organización que abarca no solo su formación integral, sino que también trata sobre la planificación, atención, apoyo, crecimiento profesional del individuo y la evaluación de su desempeño en la empresa. Para ellos, la capacitación y el desarrollo son el punto central de un esfuerzo constante que busca fortalecer las capacidades, destrezas, habilidades y competencias de los empleados y los resultados organizacionales. Por tanto, la capacitación es un modelo global de todo el proceso que ejecuta la institución, lo cual implica que debe tener un carácter estratégico que supere lo meramente operativo y de corto plazo. Es tal su relevancia, que es un factor primordial para motivar y retener a los colaboradores internos, debido a que contribuye a que se sientan en un ambiente de trabajo en el que pueden desarrollar su creatividad, espíritu innovador y ser más productivos. Para la mayoría de las personas trabajar en su sitio en donde puedan adquirir conocimientos, aprender y formarse es un incentivo atractivo.
Siguiendo a Werther y Davis (2008), la capacitación laboral permite el desarrollo de habilidades técnicas, operativas y administrativas en general. Fortalece la capacidad de los miembros de la organización en el cumplimiento de sus labores y sus beneficios se pueden extender a toda su vida como trabajador en el transcurso del tiempo. Asimismo, esta actividad formativa apoya el desarrollo del individuo para ocupar futuras responsabilidades. Resulta en un mecanismo que auspicia el crecimiento personal y coadyuva al incremento del potencial de los trabajadores como factor clave de éxito de la institución. La formación del talento humano garantiza la existencia de cuadros de mando que pudieran asumir mayores obligaciones en el mediano y largo plazo, lo cual asegura la continuidad de la empresa. El desarrollo de potenciales dirigentes en función a la visión y objetivos organizacionales es una política de gestión racional y que, en definitiva, rinde bueno resultados, sin lugar a duda. Esta filosofía gerencial de otorgar el debido interés al aprendizaje institucional es relevante en el siglo XXI, en el cual ocurre una erupción del conocimiento lo cual expande esa sed inagotable de saber y conocer (Werther y Davis, 2008).
Las organizaciones se mueven en un mundo cambiante, en constante evolución. Se vive una época de cambios, en la cual es imprescindible preparase continuamente para estar a tono con las exigencias del mercado y los clientes. Por tanto, el aprendizaje y la adquisición de conocimientos forman parte de cualquier estrategia de supervivencia. La capacitación como acción estratégica permite la mejoría del desempeño organizacional (Mondy y Neo, 2005; Bohórquez Arévalo et al., 2017). También facilita a las instituciones estar mejor preparadas para asumir los permanentes procesos de transformaciones que demanda el entorno (Bryan, 2006). Es así que el entrenamiento continuo y el desarrollo de carrera deben ser acciones de interés para la empresa, que debe amalgamarla como componente de su filosofía de gestión y su propia cultura organizacional. Es relevante considerar a la capacitación y desarrollo como una inversión y dejar atrás el criterio que la asume con un gasto (Bohórquez Arévalo et al., 2017). La formación del personal es una de las principales fuentes de mejora del rendimiento laboral, lo cual se traduce en el incremento de la productividad empresarial. Según investigaciones de Bishop (1994), citado por Bohórquez Arévalo et al. (2017), los esfuerzos de capacitación incrementan la productividad de la institución en un 16% resultado que muestra lo fundamental de formar a los trabajadores. Tanta es su relevancia que Mondy y Neo, 2005 confirman que los programas de capacitación posibilitan el modo de reforzar la satisfacción del cliente, contribuye al desarrollo de asociaciones, optimiza las actividades de investigación y desarrollo y todo ello se refleja en las utilidades.
El proceso de capacitación y desarrollo debe ser componente determinante del manejo estratégico de la empresa (Abdala, 2001; Parra-Penagos y Rodríguez-Fonseca, 2016). Dentro de los planes que se diseñen debería agregarse los elementos generales que conlleven a decisiones relevantes en este ámbito. Ello es así debido a que la formación sistemática del personal contribuye al crecimiento y competitividad de la organización. Un talento humano mejor capacitados, con las destrezas y habilidades necesarias, así como con las competencias que se requiere para competir es una fortaleza que aporta al éxito de la gestión. Entonces, el capacitar y desarrollar a los integrantes de la corporación es una inversión fundamental de impacto en los resultados de corto, mediano y largo plazo. Es plena era del conocimiento y de la tecnología de la información desconocer esto es un error que se paga caro. Como mencionan Parra-Penagos y Rodríguez-Fonseca (2016), debe existir un documento elaborado por la dirección de la institución en cual se plasmen las acciones que aseguren la preparación de la mano de obra en lapsos determinados. Señalan estos autores que dicho plan de formación debe contener el público objetivo, las actividades formativas que se requieren, el presupuesto, lo que se espera alcanzar y el modo de evaluación luego de aplicar el contenido que se estipuló.
En una economía globalizada en la cual la competencia es cada vez mayor, con una tendencia de cambio acelerada la capacitación y el desarrollo del personal para las empresas pasa a convertirse en una necesidad vital que origina amplio beneficio. En esta circunstancia el talento humano es factor de relevancia crucial y su formación laboral son acciones de evidente carácter estratégico que puede generar sustancial ventaja competitiva (Abdala, 2001). Para Marriaga et al. (2016), la capacitación como función de recursos humanos es el medio impulsor del desempeño del personal “dado que una persona con el conocimiento pertinente sobre las tareas del perfil de competencias del puesto y la dinámica de trabajo de la empresa, coadyuva al logro de los objetivos empresariales” (p. 151). Un programa de capacitación que se diseña y aplica de modo correcto permite la racionalización en el uso de los recursos, tiempo y dinero, hecho que genera valor agregado al trabajador por el aprendizaje que adquiere (Parra-Penagos y Rodríguez-Fonseca, 2016). Un individuo bien formado intelectual y técnicamente tiene la posibilidad de ofrecer un servicio laboral de mayor eficiencia y productividad, aunado a un incremento en su calidad de actuación. Todo esto se traduce en un fortalecimiento de los resultados globales de la empresa. Para los investigadores Parra-Penagos y Rodríguez-Fonseca (2016) la capacitación de los colaboradores internos es una las inversiones financieras de mayor impacto, cuyos beneficios y metas esperadas se constará más adelante. Según estos autores la formación es fuente de bienestar del personal y la propia organización por su efecto positivo en el clima y la cultura organizacional. Debe tenerse presente que todo aprendizaje exitoso tiende a moldear el comportamiento de quien lo recibe y apropia.
Aquellas organizaciones que escatiman en la capacitación de su personal son víctima por mérito propio de riesgos operativos sustanciales. La carencia de formación generalmente explica el incremento de los costos económicos de la empresa, los problemas de productividad, pérdida de calidad en su gestión, debilidad en la atención de los clientes internos y externos, desperdicio en el manejo de la materia prima, fallas en el uso de las tecnologías, muchas veces subutilizadas. Además, a todo esto, es posible agregarle, según Parra-Penagos y Rodríguez-Fonseca (2016), absentismo, impuntualidad, abandono del puesto de trabajo, accidentes laborales y otras consecuencias sociales indeseables. Por tanto, considerar la capacitación como un gasto o que aporta poco beneficio tangible es un error que los dirigentes organizacionales puede pagar caro en función a sus consecuencias y al modo en como ese criterio afecta el logro de los objetivos de la institución. De allí lo esencial de contar con una gerencia o un área formal de recursos humanos que hagan advertir a los responsables de la toma de decisión del valor estratégico de preparar a la mano de obra para que fortalezcan sus destrezas, habilidades y competencias.
De su Interés
Referencias
bibliográficas
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