miércoles, 20 de mayo de 2020

Causas de Una Guerra Civil. Una Aproximación Teórica



En el presente artículo el autor realiza un breve análisis de los elementos o causas que concurren para que en un país se inicie una guerra civil. Este trabajo se fundamenta estrictamente en lo señalado por Paul Collier (2010), en su libro “El club de la miseria”. El mencionado investigador inglés realizó un estudio sistemático del tema y ha determinado un conjunto de causas que hacen posible suponer, con cierto grado de probabilidad, en cuáles países pudiera suceder un conflicto armado en un periodo dado. Sin embargo, es necesario tener cuidado con el tema. Como lo indica Collier, su investigación ofrece evidencia científica sustentada en la aplicación de técnicas estadísticas y de análisis riguroso, que permite llegar a conclusiones relevantes, pero de ninguna manera es un modelo predictivo que puede ser utilizado para señalar qué  país ocurrirá una guerra civil. Teniendo eso en cuenta, el autor se aventura a explorar tan interesante tema, tratando de aterrizar los criterios teóricos en la realidad de la Venezuela actual.

Se debe aclarar, que el autor no pretende asomar la posibilidad cierta de que  Venezuela sea propensa de sufrir una guerra civil. Esa u otra opinión la asumirá el lector bajo su propia responsabilidad y criterio personal. En todo caso, lo que decida será totalmente respetado.

El investigador inglés Paul Collier (2010), en su libro “El club de la miseria”, señala que las crisis políticas que sufre un país, de ser persistente y con visos de violencia, puede desembocar en lo que él denomina la “Trampa del Conflicto”. Esto es, continuos golpes de Estado o peligro de guerra civil. Esta trampa origina que los países que caen en ella, vean su posibilidad de crecimiento y de generar riqueza y bienestar a su población muy reducida, y entren a formar parte del terrible “club de la miseria”. Se trae este tema a colación debido a la preocupación que embarga a quien suscribe el presente artículo al observar a Venezuela sumida en una crisis política, social, económica, moral y hasta espiritual sin precedente. Se constata una situación precaria en todos los niveles de la vida nacional, que se ha visto agravada por la pandemia del Covid-19. Pero, lo que resulta más lamentable en este estado de cosas, es que no se vislumbra soluciones en el corto, ni el mediano plazo. Todo lo contrario, en el post pandemia pareciera que la realidad será más grave, si se tiene en cuenta que el país carece de toda fuente de financiamiento internacional, que es un requisito imprescindible para intentar iniciar un tímido proceso de recuperación. Tal es la posibilidad cierta de un escenario peor al actual, que el economista venezolano Buniak, en entrevista ofrecida a Descifrado (mayo 17, 2020), prevé en el mejor de los casos una caída del Producto Interno Bruto (PIB), que es la producción de todos los bienes y servicios producidos en un país en un periodo determinado, del 20%. Por su parte, el economista Asdrúbal Olivero (Banca y Negocio, abril 06, 2020), tuvo un pronóstico más desalentador. Él estimó una caída para el año 2020 del 25%. Este mismo profesional señala que “Venezuela es un caso sin precedentes en América Latina y el mundo: una contracción de casi el 70 por ciento entre 2013 y 2019 amenaza con dejar sin cabeza a los que sufren las múltiples ramificaciones de la crisis económica…”. Como señala Oliveros, Venezuela sufrió una contracción del PIB de alrededor 70%, lo que representó un retroceso de más 28 trimestre consecutivos. Ello representa una depresión económica sin precedente, que raya en una catástrofe económica. Este retroceso del PIB se traduce en mayor deterioro de la economía que repercute en la calidad de vida de los habitantes del país, quienes han visto destruir su riqueza personal, haciéndose cada año más pobre. Esa misma suerte corren las empresas, quienes deben operar en un ambiente hostil, llenos de dificultades e incertidumbre que atentan contra la posibilidad cierta de generar riqueza, así como de oferta de bienes y servicios que tanto necesita el consumidor venezolano. Las políticas económicas asumidas por el gobierno son especialmente duras contra el sector empresarial del país. La mayor parte de sus decisiones son perjudiciales a los intereses de los productores nacionales, conculcando en buena medida sus libertades económicas, lo que genera con ello la destrucción masiva del aparato productivo de Venezuela.

Aunado al escenario antes señalado se encuentra la posibilidad cierta, de acuerdo a la tendencia de precios, de terminar al cierre del ejercicio fiscal 2020, con un nivel de hiperinflación superior al 10.000%. Realidad que pulveriza cada vez más la capacidad de compra del venezolano y los arrastra a vivir en pobreza extrema. Súmele, su nivel de salario, menos de $ 4 al mes, y el problema de los servicios públicos, la falta de gasolina, y pare de contar. Este escenario tan complejo permite suponer que el país está en puerta de un conflicto social ruinoso, cuyas víctimas principales serán las capas más bajas de la población.

Ahora bien, volviendo a la posibilidad de una guerra civil, no digamos en Venezuela, sino en cualquier lugar en el cual existan las condiciones para que ella ocurra, Collier (2010), señala tres causas que potencialmente originan ese tipo de conflicto. El primero que menciona, es que el país tenga una renta baja. Esto significa que la mayor parte de su población posean niveles de ingresos tan bajos que se encuentren en situación de pobreza. Comenta el autor que en estas circunstancias se incrementa la posibilidad de la ocurrencia de una guerra civil, por supuesto si existen al unísono otras dos condiciones adicionales que se comentarán más adelante. Se debe tener en cuenta que de acuerdo a la Organización de Naciones Unidas (ONU), aquellas personas que ganan menos de un dólar diario se consideran dentro del grupo de pobreza extrema. Es decir, si un trabajador percibe menos de $ 30,00 al mes, estará en la categoría de pobreza señalada. Al respecto, es bueno mencionar que en Venezuela, al mes de mayo de 2020, el salario mínimo es menos de $ 5,00 al mes. El salario mínimo de los trabajadores venezolanos recibió un aumento por decreto del gobierno ubicándolo en cuatrocientos mil bolívares. A ese salario se le agregó un complemento por bono de alimentación de otros cuatrocientos mil bolívares. Con ello el salario integral, como lo denomina el gobierno, se ubica en ochocientos mil bolívares vigentes a partir del 01 de mayo de 2020. En ese lapso el tipo de cambio fue de ciento ocho mil bolívares por dólar aproximadamente. Es importante señalar que el salario mínimo se paga en mayor medida en la administración pública del país, pero dejó de ser una referencia real en el sector privado, en el cual los niveles de remuneración son muy superior, existiendo incluso, empresas que pagan algunos beneficios en moneda extranjera, especialmente en dólares. Sin embargo, el impacto económico que esta realidad del sector privado puede tener es muy limitado, debido a lo cada vez más precario que es ese sector productivo venezolano


Esta renta baja se potencia como problema en Venezuela al observar la tasa su desempleo, que para el año 2018, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue del 35%, como se muestra en el gráfico 1. Para el año 2020 no se cuenta con las cifras, pero es de suponer que es aún mayor si se tiene en cuenta la caída del PIB ocurrida en el año 2019, que fue superior alrededor del 25%, sumado a los efectos que el Covid-19 debe originar sobre la economía venezolana. Se debe tener en cuenta que antes del inicio de la pandemia, el país ya mostraba signos alarmantes en sus indicadores económicos, por lo cual es de esperar una situación poco menos que catastrófica para el presente año, si se tiene en cuenta el estilo de gerencia pública que posee el gobierno de Venezuela. En todo caso, una población con baja renta, o bajos salarios, expuestos además a un elevado desempleo, y a una hiperinflación prolongada, crea las condiciones necesarias para inferir que en general, el venezolano promedio se puede catalogar de pobre, estando cercano al umbral de pobreza extrema. Tal es la situación que expertos como el ya mencionado Asdrúbal Oliveros (13 de enero, 2020) calcula que en el país, el 80% de su población es pobre. Hecho que denota una depauperación de la calidad de vida de los venezolanos ocurrida en los últimos años, especialmente a partir del año 2013. 

Otra condición que debe poseer el país que se encuentre en peligro de sufrir una guerra civil es que presente un crecimiento lento. Este crecimiento se determina por la evolución del PIB. Collier (2010) señala que un país que posea un comportamiento del PIB con bajo crecimiento a lo largo de varios años es propenso a sufrir el ya referido conflicto armado. Peor aún es, si ese país muestra signo de recesión, que es cuando presenta un PIB negativo por más de dos trimestres consecutivos. Es decir, deja de crecer en su producción de bienes y servicios en la cantidad de trimestres indicados. Esta situación empeora aún más cuando junto a la recesión ocurre una elevada inflación, fenómeno que se denomina estanflación. Collier señala que las economías cuyo crecimiento del PIB es negativo de forma consecuente se encuentran en estado de “Estagnación”, es decir están estancadas. Entonces, en el caso venezolano su PIB no muestra un lento crecimiento. En realidad su capacidad de producción de bienes y servicios está en franco retroceso. Ellos es, existe un aparato productivo casi paralizado, trabajando a menos del 20% de su capacidad instalada. Tal es la gravedad de la crisis que en Venezuela, que el expresidente de Fedecámaras, organismo privado que agrupa a la mayoría de los empresarios del país, Carlos Larrazábal (marzo 21, 2019), señala que solo quedan funcionando 3.500 empresas de un total de 12.500 que existían cuando la corriente política que sustenta el poder en Venezuela comenzó a gobernar en el año 1999. Esta situación implica que el tejido empresarial venezolano ha sido destruido de un modo tal que más del 72% de las unidades productivas han desaparecido en los últimos veinte años. Todo esto afecta la capacidad de generar oferta agregada, que al final contribuye con el proceso inflacionario que vive el país. 

En Venezuela, más que una recesión está sucediendo una depresión económica. El país dejó de crecer desde el primer trimestre del año 2014, siendo la caída del PIB desde esa fecha hasta el último trimestre del 2019 de más 70%. En el gráfico 2, se muestra la evolución del PIB real en Venezuela desde el año 1950 hasta el cierre del año 2019, año base 1997, según cifras oficiales emanadas del Banco Central de Venezuela (BCV). En ese gráfico se puede constatar la tremenda caída del PIB ocurrida desde el año 2013, periodo en el cual asumen el actual presidente de la República. Ese indicador pasó de Bs 622MMM, al cierre del año 2013 a Bs 237MMM al final del ejercicio 2019 (las cifras de este último año es una estimación). Este retroceso es impresionante a tal punto que ningún país, salvo que hayan estado en guerra, muestra este desempeño en un periodo tan corto. Este escenario tiende a empeorar conociendo la posibilidad de que en el año 2020 continúe la caída del PIB, algo que muchos expertos dan por descontado.

Con respecto a lo dramático que resulta la caída de casi un 70% del PIB de Venezuela desde el año 2014, hasta el 2019, es interesante citar a Collier (2010), cuando trata de demostrar el costo que posee una guerra civil. En este sentido, él señala que “Las guerras civiles suelen reducir el crecimiento alrededor de un 2,3% anual, de modo que una guerra de siete años deja un país aproximadamente quince por ciento más pobre de lo que habría sido en circunstancias normales” (p. 57). Es decir, que luego de siete años de guerra civil el PIB cae en promedio un 15%. Piense entonces en el caso de Venezuela, que en solo seis años se ha hecho casi un 70% más pobre. Ello sin estar en una guerra civil formal, aunque si ha estado sujeta a una crisis política, económica y social producto de sectores que se enfrentan para alcanzar el poder. Al aplicar cálculos simples, los resultados que muestra el país equivalen a 30 años de guerra civil. Este hecho coloca en su justa dimensión lo dramático de la situación del país.

El tercer elemento que se encuentra correlacionado con la posibilidad de la ocurrencia de una guerra civil, es el hecho de que el país sujeto de análisis posea abundante de recursos naturales de exportación, como el petróleo, oro, diamante, coltán, etc. Este requisito es fundamental, debido a que ello hace que el país en crisis, potencial sujeto de una guerra civil, sea atractivo desde el punto de vista económico. Una vez que ocurra el desenlace del conflicto armado sus recursos serán suficientes para cobrar las facturas. Como es de suponer toda guerra posee un costo y alguien debe sufragarlo. Justamente, quienes realizan esa operación financiera deben tener algunos incentivos, tal como que el país en el cual contribuyen a generar la guerra al final sea susceptible de ofrecerle facilidades para explotar sus recursos naturales en condiciones favorables. En el caso venezolano, esta es una situación que la caracteriza. Este país posee una de las reservas más grande de petróleo a nivel mundial, oro en cantidades muy importante; verbigracia el “Arco Minero”, gas, diamantes y otros tantos recursos naturales. Con esta realidad, resulta ser un territorio muy atractivo. Adicionalmente, el país depende casi exclusivamente del petróleo, cuya comercialización en los mercados internacionales representan más del 95% de sus ingresos totales. Solo el oro como nueva fuente de ingreso le sigue en aporte al fisco nacional, pero todavía es una cifra marginal.

Ahora bien, por qué estas tres variables pueden predecir que una guerra civil es posible en un país determinado. Paul Collier (2010) explica que un país que posee baja renta, sus habitantes muestran alto niveles de pobreza. Mientras que el crecimiento lento, peor aún la recesión, o la depresión como en el caso venezolano, generan en la población sentimientos de desesperanza. Esto significa que existe un conjunto de habitantes pobres y sin esperanza de que vengan tiempos mejores en lo que pudiera mejorar su situación económica. Tiene la certeza de que seguirán siendo pobres, y continuarán viviendo mal. Comenta el autor, que en este entorno reclutar jóvenes resulta “bastante barato”. En una realidad cuyos ingresos son muy bajos, enrolarse en un bando de lucha armada es una oportunidad de ganar una cantidad de dinero importante, o como dice Collier (Op. cit.) existe la “pequeña oportunidad de enriquecimiento” (p. 46). Entonces, en un ambiente de pobreza extrema, hacerse de un ejército resulta factible y relativamente económico. Calcule el costo anual de contar con 100.000 hombres recibiendo un pago de $ 200 mensual. No parece mucho dinero si los beneficios es quedarse con la explotación petrolera o las minas de oro de un país. El costo de las armas y demás “utensilios” es un costo menor. Por otra parte, convencer a un grupo de personas con problemas económicos, familias que pasan hambre, con poca educación y sin esperanza de mejorar, pudiera no ser tan difícil.

Una economía débil, como la que plantea el autor ya mencionado, generalmente muestra a un Estado que también lo es. A los gobiernos les resulta muy complicado contar con recursos suficientes para auto sustentarse en una economía con recesión o depresión económica y con unos habitantes que viven en situación de pobreza. Es por ello que se deben endeudar, o más comúnmente, deben emitir dinero para financiar sus operaciones, lo cual se traduce en inflación cada vez más altas y recurrentes. Esto se conduce al deterioro de la calidad de vida de los gobernados. Usualmente, los pocos recursos que reciben esos gobiernos lo entregan al sector militar, quienes fungen como protectores del gobernante de turno y su grupo político, más que guardianes de la patria. En estas circunstancias, rebelarse contra el Estado no resulta difícil debido al descontento existente.

¿Y los recursos naturales, qué papel juega en esto? Comenta Collier (2010) que la dependencia económica que genera la comercialización casi exclusiva de los recursos naturales, o como él lo denomina, “materias primas de exportación”, incrementa de manera importante el riesgo de una guerra civil. Contar con recursos naturales hace que el país sea atractivo como “botín”. El bando que gane la guerra civil tiene la posibilidad de quedarse con el manejo de esa riqueza, lo cual es un incentivo para recibir financiamiento de terceros con interés de tener las concesiones de explotación de esas materias primas. En una situación en la que existe la posibilidad de generar un enfrentamiento armado que tiene como propósito hacerse del poder político de un país, existen actores poderosos dispuestos a entregar fondos suficientes para tratar de asegurar el triunfo del bando que le permita futuros beneficios en la administración de los recursos naturales de ese país sujeto de una guerra civil. Por tanto, eso que dicen algunos: “ellos lo que quieren es nuestro petróleo” no está falto de verdad. Entonces, “Así pues, los recursos naturales ayudan a financiar los conflictos y, en ocasiones, hasta contribuyen a provocarlos” (ibídem, p. 48).

Que en un país existan las dos primera condiciones, es decir baja renta y crecimiento lento, o peor aún, decrecimiento, son muestra de la existencia de un mal gobierno o uno ineficiente. Porque justamente, la tarea principal de cualquier gobernante es crear las condiciones para el beneficio material de sus gobernados. Sus malas decisiones, sus errores, sus funcionarios corruptos, sus políticas fallidas o sus modelos de gestión equivocados, al final se reflejan en el campo de la economía. Que en un país exista inflación que destruye el salario de los trabajadores es responsabilidad plena de los gobiernos. Son ellos los que poseen la capacidad de generar esas subidas generales de precios. Son los gobiernos los que plantean y gestionan sus políticas monetarias y fiscales que minan su símbolo monetario. Que en una economía se generen las condiciones para que la misma sea improductiva, ineficiente e insegura para incentivar la iniciativa privada es también, responsabilidad de los gobiernos. Por tanto, son los que crean las condiciones materiales para que un país sea pobre y por tanto sujeto de los elementos necesarios para generar las condiciones de violencia que justifican y explican una guerra civil. Que cuenten o no con recursos naturales, ya eso es una situación que generó la providencia.
Muchos de los países que poseen renta baja y crecimiento lento de sus riquezas materiales son considerados como “Estados fallidos”. Son Estados que poseen gobiernos incapaces de generar las condiciones necesarias para el bien común de sus habitantes. Generalmente, en esos países el nivel de sufrimiento es tal, que resulta mejor huir de los mismos que quedarse a ver cómo sus vidas pasan sin esperanzas, ni posibilidades de mejoras reales. Como señala Collier, por desgracia, muchos de los políticos de esos Estados fallidos, así como sus altos funcionarios con unos maleantes. Este mismo autor realiza una salvedad con respecto al concepto de Estados fallidos, él comenta que “no todos los países de renta baja situados por debajo de nuestro umbral mínimo han sido Estados Fallidos… Así pues, solo consideramos Estados fallidos aquellos países que han obtenido una puntuación baja durante cuatro años seguidos” (p. 122).

Entonces, cuatro años consecutivos que el gobierno de un país muestre su incapacidad de generar las condiciones de vida favorables a sus habitantes se considera como “Estado fallido”. En el caso venezolano, las condiciones económicas generadas por la gestión del actual gobierno que a todas luces han sido erradas, contraproducente y torpes, han estado presente en los últimos seis años. Con ello se puede concluir que Venezuela es un Estado fallido. 

Entonces, ¿Venezuela corre el riesgo de sufrir una guerra civil?

Referencias Bibliográficas
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Buniak, L. (mayo 17, 2020): Buniak: “La contracción económica del PIB alcanzará, en el mejor escenario, un 20% por la extensión de la cuarentena”. Entrevistado por Descifrado. El Universal. Recuperado en: https://www.descifrado.com/2020/05/17/buniak-la-contraccion-economica-del-pib-alcanzara-en-el-mejor-escenario-un-20-por-la-extension-de-la-cuarentena/

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