El ERM consta de ocho componentes fundamentales, que guían la gestión de los riesgos del negocio. Estos son:
·
Ambiente
interno: este aspecto se refiere a la base interna de la
organización, en cómo los riesgos son percibidos por los miembros de la misma y
cómo lo gestionan. Ello incluye la filosofía para la administración del riesgo,
la aceptación del mismo, así como la integridad, los valores y el entorno en el
cual se desenvuelven. De acuerdo con Villacorta (2004), esta se trata del
establecimiento por parte de la gerencia de su relación con el ERM a largo
plazo, su desempeño y valores con respecto al manejo de los riesgos. La
cultura, la conciencia de control y el apetito por el riesgo, son otros de los
elementos que distinguen cada ámbito organizacional.
· Establecimiento de objetivo: el diseño e implantación de la visión determina el destino que se desea alcanzar en el futuro y genera los objetivos de la empresa. Ella es un elemento que motiva de manera profunda y es sin duda un requisito previo para la gestión de los riesgos. Todo esto es un enfoque racional que concibe un propósito corporativo que impulsa la acción. Con el conocimiento de esa orientación estratégica se puede suponer cuáles son los elementos que tienen la capacidad de obstruir sus logros. Los objetivos permiten señalar las estrategias, las metas y las acciones que posibilitan la creación der valor para la institución.
·
Identificación
de los eventos: Los eventos, tanto interno como externo, que dificultan
el logro de los objetivos, se deben distinguir de manera clara. Esos eventos
son los que puede atentar contra la ejecución de las estrategias y afectar la
posibilidad de lograr los objetivos de la corporación. La gerencia debe distinguir
los eventos que poseen efectos positivos que representan oportunidades que se deben
aprovechar para generar valor. Igualmente, se debe detectar los elementos
negativos que pueden ocasionar un impacto desfavorable, los cuales se deben
gestionar de forma adecuada. Al respecto Villacorta (ibídem) indica que el
establecimiento debe considerar el contexto en el cual opera, su tolerancia al
riesgo, así como la variedad de factores internos y externos, atmósfera de
competencia, tendencias sociales y económicas, fortalezas internas, amenazas y
demás elementos que pudieran inquietar a la organización.
·
Valoración
de los riesgos: para poder administrar los riesgos se debe valorar cuál
es el impacto de los mismos en el logro de los objetivos del negocio. Ello
requiere del análisis de su naturaleza, para establecer su impacto y
probabilidad de ocurrencia. Aquellos cuyos efectos sean mayores o su
probabilidad de presentarse sean elevados deben recibir un tratamiento
especial. En esta etapa del proceso, como también para la identificación de los
eventos de riesgos, el uso del denominado “Mapa de Riesgos”, es una herramienta
fundamental para la eficiente identificación y valoración de los mismos. El
mapa de riesgos, de acuerdo con Estupiñan (2006), hace posible determinar de
manera flexible y ordenada cuáles son los factores que pueden considerarse
perniciosos a los intereses de la empresa y que impiden que la misma alcance
los objetivos operativos que se plantea.
·
Respuesta
al riesgo: Una vez que se valora el riesgo la administración debe identificar y
seleccionar qué medidas puede tomar. Evitarlos, aceptarlos, ignorarlos o
enfrentarlos. Debe decidir cuál es la ruta más conveniente según sus intereses.
Para ello es útil que tome en cuenta la probabilidad de ocurrencia y el impacto
que tienen los riesgos para el logro de los objetivos del negocio. Esta
decisión debe racionalizar la relación costos beneficios que representan las
distintas respuestas. En todo caso, las gestiones que se realizan siempre se
deben ajustar a la tolerancia o apetito al riesgo que posee la firma
(Estupiñan, 2006). En esta etapa de reflexión la corporación plantea y diseña
cuáles procedimientos de control se deben implantar de acuerdo con la
naturaleza de cada factor de riesgo que se quiere minimizar. Esto es crucial
para el éxito del ERM.
·
Actividades
de control: se ejecutan los procedimientos y actividades con el
propósito de ejercer las tareas de control necesarias para el adecuado manejo
del riesgo. Con esto se pretende limitar el impacto de los riesgos en las
operaciones de la empresa. En esta instancia entra en juego el control interno que
ocurre a lo largo de todos los niveles del negocio. Este implica el diseño de
mecanismos para fijar las normas de autorización, segregación de funciones,
supervisión y seguimientos de las tareas, verificaciones, conciliaciones, etc.
· Información
y comunicación: las labores que se ejecutan, los resultados que se generan y otros datos
relevantes se deben informar a los miembros de la compañía para que los mismos
puedan evaluar su desempeño dentro del proceso. Este proceso de intercambio debe
ser bidireccional y fluir de los niveles superiores a los bajos y viceversa. Es
crucial cumplir con esta etapa debido a que el proceso ERM debe involucrar a
todos los miembros de la firma. La comunicación que ocurre en esta instancia, como
lo señala González (2019), de la firma Isolución, es un diálogo entre la
organización y sus partes interesadas que fluye de forma continua. Esto implica
compartir y recibir información que apoya la toma decisión.
· Monitoreo: el proceso de gestión de riesgo exige un seguimiento
constante por parte de los responsables del mismo, con el fin de realizar los
ajustes que según las circunstancias sean necesarios. Resulta fundamental efectuar
revisiones periódicas que permita detectar si los planes y operaciones que se
ejecutan para mitigar los riesgos son pertinentes. Esto es necesario en virtud
de que se debe entender que la gestión de riesgo es un proceso continuo y
dinámico. Que se debe realimentar con frecuencia en función con los cambios que
pueden ocurrir a lo largo de su implantación.
La administración
riesgo que ocurre en la institución debe ser un proceso formal, bien
documentado, comprendido y de conocimiento general. Resulta propicio que la
directiva, junto con la alta gerencia, o propiamente el gobierno corporativo,
establezcan las políticas de gestión que guían la acción de la firma y generan
un marco estable para la toma de sus decisiones. Esto permite generar criterios
orientadores con respecto al tratamiento que los diversos tipos de riesgos. De
igual manera, el establecimiento formal de políticas empresariales disminuye la
posibilidad de respuestas improvisadas o ajustadas a criterios personales, que
en muchas oportunidades contravienen los intereses de la corporación y que
puede entorpecer la dinámica que conlleva a la búsqueda del logro de sus metas
y objetivos. Todo esto debe conformar un sistema de control interno que hay que
diseñar e implantar como parte de la gestión integral de la compañía.
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