Introducción
La ciencia como actividad humana que amalgama el conocimiento o estado del arte en determinadas disciplinas se enmarca en modelo, visión o perspectivas que le son propias. Ellas se conocen como paradigmas que son medio por el cual una comunidad científica desarrolla sus trabajos de investigación. Como se comenta en este trabajo, el paradigma dominante en buena parte del siglo XX fue el denominado “Positivista”. El mismo de uso extendió derivó en un conjunto de debilidades que se asoman en el presente documento y obligaron a una búsqueda de otros que culminaron con la adopción de otro conocido como “Emergente”, “Holístico”, “Pos positivista” o “Sistemático”.
En tal sentido, el objetivo de este trabajo es analizar los aspectos básicos del paradigma positivista, sus características, influencia e importancia para el desarrollo la ciencia “normal”, así como los elementos fundamentales del paradigma emergente y su relación con enfoque cualitativo de la ciencia. Se pretende comprender y aprehender de una forma simple los elementos fundamentales del rema en cuestión, lo cual permite enriquecer los conocimientos que se tienen con respecto al tema tratado.
El trabajo que se presenta se encuentra estructurado en apartados que resumen puntos relevantes de la investigación. Ellos son, en una primera parte: la definición de paradigma; los paradigmas a finales del siglo XX; el paradigma positivista y el concepto de ciencia y método científico. En la segunda se abordan las características del paradigma emergente y su basamento epistemológico, cuestionamiento al paradigma positivista y el enfoque cualitativo y su aporte para la ciencia humana y administrativa.
Paradigmas de investigación científica
Paradigmas
Para hablar de las ciencias como acto humano sistemático es necesario dilucidar qué son los paradigmas que enmarcan a las mismas. Ellos son, según Kuhn y siguiendo a Hurtado (2010), un grupo de valores, actitudes, procedimientos y técnicas que se conjugan en una disciplina y le generan una perspectiva propia que les hace posible entender su comportamiento durante cierto tiempo. Resultan modelos de comprensión universal reconocido por una comunidad científica en particular que permite tratar sus problemas específicos y les proporciona soluciones que son aceptables de acuerdo con su representación de la realidad.
Menciona Hurtado (op.cit) que un paradigma es una forma de comprender y darle valor a las cosas, orienta qué tipo de problema tiene que resolver, el mecanismo de cómo formularlo, las técnicas que se deben emplear y qué clase de interpretación es posible aceptar según el paradigma dominante. Esta misma autora expresa que Patton, c.p. Cook (1986), define el término en referencia “como una visión del mundo, una perspectiva general, un modo de acercarse a los complejo de la realidad y afirma que los paradigmas son en cierta medidas normativos, puesto que señalan al investigador una manera de actuar”. (p. 29). Por su parte, Martínez (2002), entiende a los paradigmas como “sistema de regla de juego científico”, es decir, estructuras de racionamiento o racionalidad como él mismo indica. Ellos guían la actividad científica y proporcionan luces de los sistemas de explicaciones.
Cada comunidad científica, desde su perspectiva, maneja un paradigma propio. Estos funcionan como modelos o patrón de comportamiento que moldean sus circunstancias y que debe de ser seguido y aceptado por los miembros que la componen, quienes por medio del mismo valoran y crean su mundo intelectual y perceptivo. Conjugan una cosmovisión que le es única y atractiva para los intereses particulares del grupo, en torno a la cual circunscriben una teoría hegemónica y supuestos teóricos, leyes y principios que explican a las partes como integrante del todo. Ese marco fundamenta su método y el modo de crear ciencia, de buscar conocimiento. El paradigma dominante tiene influencia directa en el comportamiento de los investigadores, en sus actos, en la selección de los problemas u objetos de estudio y en la forma como abordarlos. Cualquier investigación y sus resultados se comprueban su pertinencia de acuerdo al modelo o tamiz paradigmático que se encuentre en rigor. De allí la importancia del paradigma que cope la escena de la comunidad científica.
Los paradigmas de finales del siglo XX
Durante el siglo XX dominó, sin lugar a duda, el paradigma positivista que llegó a considerarse la “ciencia normal”. No obstante, esa corriente filosófica demostró poseer sería limitaciones para generar conocimiento en campos en la cual las matemáticas explicaban poco, como en el caso de las ciencia sociales. Fue este paradigma científico tradicional, empiricoexperimental, fundamental para el desarrollo de saberes un tanto parcial. Ahora bien, a raíz de la falta de respuesta que el positivismo ofrecía, según Martínez (2002), hubo la necesidad de la “urgencia de un nuevo paradigma científico” (p. 17). Uno que tuviera en cuenta, como él mismo señala, que las ciencias humanas jamás tendrán la posibilidad de ser objetiva, “porque nunca podrá objetivizar a su objeto de estudio que es el científico mismo, aun en el acto de hacer ciencia” (Op.cit., p. 19).
En función a esto, surge a mediado del siglo XX y con mayor fuerza al final de ese periodo otros paradigmas llamados emergentes basados en el análisis cualitativo de los datos, tales como el estructuralismo, el pragmatismo, el pragmatismo sociológicos, materialismo histórico, entre otros. Todo un método eclético de amalgamar a la ciencia., más allá del paradigma que veía en el método hipotético deductivo la única forma de lograr conocimiento. Aquí es relevante reseñar la opinión de la ya citada Jacqueline Hurtado (Op. cit), quien indica que se debe realizar una diferenciación con respecto a modelo epistémico, método y técnica. En tal sentido señala que “los términos cualitativo y cuantitativo no designan ningún modelo epistémico, ni ningún paradigma en particular; alude a técnicas de codificación y análisis de información” (p. 51).
Paradigma positivista
El positivismo, según lo explica Hurtado (2010), fue una posición filosófica propulsada por Augusto Comte (1798-1857), que tiene como propósito magnificar la realidad por encima de las ideas. Surge este modelo a fines del siglo XIX e inicio del XX. Parte de la concepción newtoniana mecanicista empirista, así como de la concepción del dualismo absoluto de la mente y la materia defendida por el filósofo francés René Descarte. El referido paradigma ofrece protagonismo a las ciencias experimentales ante las teóricas y las ciencias naturales frente a la filosofía. Dicho movimiento se orienta a la práctica. Expresan que las teorías ante todos se deben explicar y demostrar por medio de rigurosa experimentación para que las mismas tengan aceptación general. Se basan en el método hipotético deductivo en el cual la demostración de las hipótesis es un requisito insoslayable para pensar en ciencia formal, real y sería.
De acuerdo a Días Narváez (2014) el positivismo como sistema o estructura filosófica de la ciencia parte del principio de que todo lo que se conoce surge de eventos reales que se pueden verificar a través de la experiencia, por lo que niega cualquier posibilidad de que la teoría pueda ser un mecanismo de conocimiento. Esa misma suerte corre la filosofía como fuente de saber. Aquí el conocer algo se logra a través de la observación y la experimentación, de la verificación de hipótesis de la comprobación apriorística, de deducciones de enunciados por medios empíricos. Con esto se rechaza toda concepción metafísica de la ciencia, lo cual implica la obtención comprensión de algo a través la matematización de los hechos fácticos.
El positivismo se basa en la perspectiva de que fuera del sujeto existe una realidad acabada, plena, objetiva y por tanto cuantificable (Parra, 2016). Tal así, que como individuo el investigador tiene la capacidad de captarla o copiarla de modo fidedigno, sin deformarla, con mínimo riesgo de subjetividad siempre y cuando se apegue al método emanado del paradigma positivista. Como menciona Parra (Op. cit.), solo los hechos o experiencias sensibles son fenómenos que merecen y se pueden investigar; únicamente lo verificable de manera empírica merece formar parte del cuerpo de la ciencia. Lo mensurable, medible, concreto, tangible o comprobable debe ser objeto de estudio, cualquier otra circunstancia se desecha a la luz de las exigencias de la comentada corriente filosófica del conocimiento.
El concepto de ciencia y de método científico
De acuerdo a la Real Academia Española (RAE) la ciencia es el “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principio y leyes generales”. Es evidente que esta definición se encuentra impregnada por el paradigma positivista. De igual modo, Valenzuela. y Flores (2014), entienden a la ciencia como en cúmulo de saberes sobre una determinada disciplina, que resulta en una construcción mental única con respecto a algún objeto de estudio. Según Barragán, H(s/f), c.p Mario Tamayo y Tamayo (2003), se puede definir a la ciencia como “el conjunto de conocimientos racionales, ciertos y probables, obtenidos metódicamente, mediante la sistematización y la verificación y que hacen referencia a objetos de la misma naturaleza” (p. 16).
Por su parte, el método científico lo define Sabino (2002) como “el procedimiento o conjunto de procedimientos que se utilizan para obtener conocimiento científico, el modelo de trabajo o secuencia lógica que orienta la investigación científica” (p.p. 26-27). Es decir, que es el modo o manera de llevar a cabo algo. Es el cómo se busca y obtiene información, los pasos o el camino que debe recorrer el investigador. Se refiere entonces, en los mecanismos de abordar el objeto de estudio.
Paradigma emergente
Características del paradigma emergente
El paradigma emergente, o sistemático como lo llama Martínez (2002), surge de la necesidad de nuevas respuestas ante las limitaciones del positivismo como modelo, perspectiva o visión dominante de la ciencia. Más allá de lo hipotético deductivo, de la verificación de hipótesis, empírico experimental o del paradigma tradicional (Martínez, Op. Cit.), existe fenómenos que escapan de ese marco reduccionista. En tal sentido se busca un paradigma postposivista, cuya principal característica es la integración de múltiples métodos para resolver problema, que supere el uso de datos numéricos o matemáticos como único medio de análisis de los hechos. Más en conjunción con lo cualitativo, interpretativo y crítico. Con marcado carácter humanista, racional, pero subjetivo en su manejo, sin que con ello pierda rigurosidad científica. Todo esto, con criterio de integralidad epistémica u holística en su concepción.
Basamento epistemológico
Como apuntan varios autores y que resumen Lukomski y Mancipe (2008) la ciencia se mueve en un entorno interdisciplinario, interconectado de un modo global, en el cual los eventos físicos, psicológico, ambientales y sociales se cruzan como fenómenos que afectan el comportamiento humano. En tal sentido, se requiere de un paradigma cuyo alcance sea más amplio que el modelo de ciencia tradicional. Una nueva perspectiva transformadora del quehacer de la ciencia, más integral, sistémica u holística, totalizante en cuanto a las diversas formas de ver los problemas de investigación. Estos mismos autores (Op. cit.) comentan que el paradigma emergente permite “constatar que la tendencia al orden en los sistemas abiertos supera el carácter simplista de la explicación causal lineal y unidireccional…” (p. 138). El basamento epistemológico del paradigma emergente sobrepasa de manera amplia a la visión reduccionista del positivismo y abre un nuevo mundo de posibilidades para las ciencias sociales.
Cuestionamiento al paradigma positivista
Con respeto al paradigma positivista y a la luz del advenimiento del paradigma emergente, se han suscitado diversos cuestionamientos contra el primero. Algunos los expresa Martínez (2002): el positivismo se muestra como el único método científico válido para entender los hechos y buscar conocimiento es el de las ciencias naturales, afirmación pretenciosa, inconsistente e insostenible. Visión que mutila cualquier posibilidad de concebir ciencias sociales seria. Continua el autor indicando que la posición positivista choca con la realidad de que el investigador, tanto como ser humano, es subjetivo por lo que pensar en una valoración objetiva e imparcial es un mito mecanicista. Adicionalmente, ese modelo constriñe y aprisiona la imaginación creadora del pensamiento crítico, debido a que reduce los eventos a meros sucesos cuantitativos, a datos matemáticos reduccionistas. Luego señala la inconsistencia interna del positivismo que dificulta e incapacita, en muchos casos, para ofrecer explicaciones satisfactorias a los fenómenos sociales que circunda a los sujetos y que ellos perciben. Por último, Martínez (Op. cit) hace referencia a la tendencia de esta corriente a ignorar o suprimir cualquier innovación contraria a su comprensión o teorías básica, lo cual se traduce en un sesgo que impide el verdadero desarrollo y progreso de la ciencia.
El enfoque cualitativo y su aporte para la ciencia humana y administrativa
El enfoque cualitativo enriquece la manera de desarrollar ciencia y de solucionar problemas en el ámbito de las ciencias humana y especialmente en la administración. Permite indagar en las profundidades del ser, en el por qué y el para qué del comportamiento humano en las organizaciones. Ofrece la posibilidad de zafarse de la camisa de fuerza del positivismo e ir más allá de los datos duros, para entrar en el campo de la psiquis, de lo social, del sentir de los seres vivos que conforman y transforman la realidad. Modelos como la etnografía, etnometodología, investigación-acción, estudio de casos, entre otros que abren un abanico de posibilidades de adentrarse en la interioridad del ser y con ello lograr un entendimiento y conocimiento más sólido y sustentable de los fenómenos humanos que influyen en el quehacer administrativo de las organizaciones. En fin, lo cualitativo posibilita descubrir explicaciones más complejas y acabadas de la conducta individual y social del sujeto, muy distante del mecanicismo tradicional que aun impera en las ciencias
Conclusiones
El paradigma positivista dominante en buena parte del siglo XX considera que el único medio de conocimiento es la experiencia comprobada o verificada a través de los sentidos: Es decir, solo es admisible como ciencia aquello que se puede explicar desde la perspectiva causa efecto. Todo ello forma parte de lo que esta corriente filosófica llama “ciencia normal”. Cualquier otro abordaje metodológico, según esta visión es metafísica o carente de rigurosidad científica. En pocas palabras, carece de sentido científico y debe ser desmerecido como fuente de conocimiento. El apriorismo y la generalización, así como el uso de datos cuantitativos caracterizan es marco paradigmático.
Por otra parte, a pesar el esfuerzo que el positivismo realizó para permanecer como paradigma domínate, el mismo demostró contar con serías debilidades para extender su particularidades a otros campos del conocimiento más allá de las ciencias denominada puras. En efecto, su limitada acción matematizante de la realidad la puso en jaque ante la realidad que se presenta en los fenómenos sociales. Su capacidad de explicar de manera concluyente los comportamientos del ser humano en su entorno por medio de modelos racionales basados en datos numéricos falló. Ello obligó a la búsqueda urgente de otro paradigma que permitiera avanzar y ser más eficiente para entender al sujeto en su medio, tanto interno como externo.
Es así que surge el llamado “Paradigma emergente”, sustentado en premisas distintas a la positivista. Más con base en la espera humanista del sujeto, la realidad de la subjetividad del investigador, más integral, holística y sistémica y menos dependiente de modelos matemáticos que parcializan y limitan la comprensión integral del individuo y de la sociedad. Es evidente, que este nuevo enfoque pos positivista es un paso adelante, un salto significativo en la búsqueda de nuevos conocimientos que permitan entender en qué mundo se desenvuelve el ser humano y cómo puede preservarse.
Referencias bibliográficas
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Hurtado, J. (2010). Metodología de la investigación: Guía para la comprensión holística de la ciencia. 4ta ed. Caracas: Quirón Ediciones.
Lukomski Jurczynski, A. y Mancipe Flechas, E. (2008). El paradigma emergente y su impacto epistemológico de las ciencias sociales. Hallazgos, núm 10, 131-145. ISSN: 1794-3841. Recuperado de https://www.redalyc.org/pdf/4138/413835171010.pdf
Martínez, M. (2002). Comportamiento humano. Nuevos métodos de investigación. 2da ed. México: Editorial Trillas, S.A. de C.V.
Parra, M. (2005). Fundamento epistemológicos, metodológico y teóricos que sustentan un modelo de investigación cualitativa en las ciencias sociales. (Tesis doctoral). Universidad de Chile. Santiago de Chile, Chile. Recuperado de: http://repositorio.uchile.cl/tesis/uchile/2005/parra_m/sources/parra_m.pdf.
Tamayo y Tamayo, M. (2003). El proceso de la investigación científica. 4ta ed. México. Editorial Limusa, S.A. de C.V. Grupo Noriega Editores.
Sabino, C. (2002). El proceso de investigación. Caracas. Editorial Panapo de Venezuela.
Valenzuela, J. y Flores, M. (2014). Fundamento de Investigación educativa. Volumen I. Editorial Digital Tecnológico de Monterrey. Recuperado de: https://books.google.co.ve/books?id=7WxlDwAAQBAJ&printsec=frontcover&dq=paradigma+postpositivista&hl=es&sa=X&redir_esc=y#v=onepage&q=paradigma%20postpositivista&f=false
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