De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) toda persona que tenga un ingreso diario por debajo de un
dólar americano se considera que se ubica en la línea de pobreza extrema. En Venezuela
el 21 de septiembre 2020 el tipo de cambio del dólar americano con respecto al bolívar superó
los Bs.400.000,00 y terminó la semana con un precio superior a los
Bs.460.000,00 por dólar. Como se recordará el salario mínimo en
Venezuela es de Bs.400.000,00 mensual. Con este resultado el salario mínimo en el país
es menos de un dólar al mes. Aunque parezca increíble, menos de un dólar
mensual. Dicho monto lo cobran los pensionados del país y buena parte de sus
empleados públicos. Afortunadamente, los pocos empleos que genera las empresas privadas se remuneran por medio salarios mixtos, los cuales incluyen una parte en bolívares y otra en dólares, muy
superior al salario mínimo. Pero estos beneficiarios son un pequeño grupo
comparado con la gran masa de trabajadores.
Un dólar como ingreso mensual muestra la gravedad
de la situación económica del país. Con una híper inflación que probablemente supere
el 4.000% anual; un tipo de cambio que posiblemente esté por encima de los mil bolívares
por dólar al cierre del 2020. Una caída de la producción de petróleo hasta
niveles inferiores a los 400 mil barriles diarios, cuando al inicio de la llamada
“Revolución Bolivariana” en el año 1999 era superior a los 3 millones de
barriles diarios. Una población que ya no tiene acceso a gasolina en la
cantidad deseada. Con poca posibilidad cierta de adquirir la canasta
alimentaria básica, que se ubica en apropiadamente US$.300,00 mensuales. Todo
lo cual se verá potenciado por la realidad de una pandemia “Covid-19” que
golpea cada vez más al venezolano, que debe acceder a centros de salud que carecen de las
condiciones necesarias. Con constante fallas eléctricas, falta de agua
potable y carencia de insumos médicos. En fin, un país que ha visto crecer su crisis política, social y
económica de manera sistemática, sin que se vislumbren soluciones en el corto
plazo.
De nada sirvió las reconversiones
monetarias de los años 2008 y 2018. Vale mencionar que realmente dichos
procedimientos no fueron reconversiones monetarias, sino una simple simplificación
monetaria, más una acción contable que económica. Pero de vuelta al punto, en la
primera oportunidad se le quitó tres ceros a la presentación nominal de la
moneda venezolana y luego en la siguiente conversión se le restó otro cinco
cero. En total desde el año 2008 el valor nominal del bolívar se le ha eliminado
ocho cero, por lo cual el tipo de cambio de Venezuela es superior realmente a Bs.46.000.000.000.000,00.
Cuando inicio la “Revolución Bolivariana”, en el año 1999, el tipo de cambio
era de Bs.573,90 por dólar. Ello significó una devaluación superior al 8.015.333.681.800 %. Un verdadero fracaso en el
manejo de la política cambiaria que afectó todo el equilibrio de la economía
venezolana.
El hecho de tener un salario mínimo
inferior a un dólar mensual, que lo transforma en el salario más bajo del
mundo, es una catástrofe para los trabajadores venezolanos. Ello los obliga a vivir una economía
de supervivencia. En tal sentido deben realizar múltiples acciones para poder
sobrevivir o depender de algunos pocos dólares que le puedan enviar familiares
que emigraron en el pasado. La mayor parte de la población se ha convertido en
vendedores informales, desde sus casas o en la calle de forma ambulantes. Han tenido
que vender sus activos, o usar las redes sociales para ofrecer bienes o
servicios. En Venezuela contar con un empleo dejó de ser suficiente para poder
sobrevivir. Es más, muchos optan en dejar el empleo mal pagado y probar suerte
en ese mercado informal. Algunos tienen la suerte de lograr en un día ingresos
superiores a varios meses de trabajo formal, sin embargo en muchas oportunidades no venden nada en el día. Esta situación laboral atenta contra la
producción y la productividad del país, lo cual la condena a profundizar la
pobreza aún más a mediano y largo plazo. Un país con una estructura de producción tan irracional tiene poca posibilidad de generar crecimiento económico.
Vivir esa economía de supervivencia es una obligación si se desea seguir en Venezuela. De lo contrario la otra opción es emigrar a países vecinos, con todo lo que ello implica. Se estima que en los últimos años emigraron más de cinco millones de personas. La mayor parte buscando escapar de la crisis interna y de algún modo poder ayudar a los familiares que quedaban en el país. De allí el incremento de las remesas que se reciben en Venezuela, que en el año 2019 se estimó alrededor de tres mil millones de dólares. Cifra difícil de confirmar debido a la opacidad que tiene el gobierno en cuanto al manejos de indicadores económicos. Sin embargo, por razones obvia ese monto será mucho más bajo al cierre del año 2020. El Covid-19 afectará de forma significativa la capacidad de generar recursos al venezolano en sus países de acogida, lo cual afectará su posibilidad de enviar dinero a sus familias en el país. Con esto la situación de muchos venezolanos empeorará.
Venezuela sufre una dolarización de facto. Todo se cotiza y vende mayormente
en dólares. El pan, el arroz, una hamburguesa, un refresco. Por ejemplo, un
kilo de carnes se encuentra cercano a cinco dólares, un cartón de huevo son más
de dos dólares y así por el estilo. Todo el que vende exige pago en dólares. Hasta
los servicios laborales y profesionales. Un jardinero o un plomero puede cobrar
fácilmente US$.10,00 o más por hora, mientras que un médico o un profesor universitario tienen un salario
mensual que dista de esa cifra. Pero lo que resulta más asombroso es que en
Venezuela existe inflación en dólares. Es decir, un artículo hoy puede costar
US$.2,00, pero al día siguiente ese mismo producto lo cotizan en US$.4,00. Así
son las tremendas distorsiones de la economía venezolana. De hecho, en el ideario
popular pocos piensan ya en términos de bolívares. Pedir precios en bolívares y
tratar de pagar en esa moneda local es cada vez más raro. Tal es esa realidad que en cualquier entrevista de trabajo, tanto el empleador como el
aspirante negocian de forma directa cuánto se aspira ganar en dólares. Con todo esto se puede decir que al
final el gobierno no pudo torcer el espinazo del dólar como tanto prometieron.
Ganó el mercado, como siempre.
El país sufre la mayor inflación
del mundo, la cual mina la capacidad del poder adquisitivo del venezolano. Desde al año 2014 su PIB ha caído más del 70% y la tasa de desempleo
es cada vez mayor lo cual ha impulsado al sector informal, con una emigración de más cinco millones de venezolanos. Con servicios públicos cada vez más deteriorados. Sin agua, sin electricidad, sin gasolina, con mal sistema de transporte, con alto niveles de inseguridad. Todo un cuadro que tiende a empeorar al constatar que el gobierno del país toma
medidas cada vez más radicales con el propósito de consolidar su régimen socialista,
cada vez más cercano al comunismo. En evidente la existencia de un gobierno
cuyo objetivo es lograr una mayor intervención de la economía y alejarse de forma
irremediable del libre mercado. Ni siquiera ante la realidad que azota al país
han asumido decisiones tendentes a buscar soluciones a la grave crisis que vive
y resiste en el venezolano común. Más del 90% de la población ya vive en pobreza
extrema. Pero lo que más preocupa es que no se vislumbra salida temprana y más
bien parece que esto se prolongará por un tiempo difícil de determinar.
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